Pepa Rubio Bardón

“ Recordando una por una tus palabras y tus labios y tus ojos”.
“Lunes en nuestro rincón”.
Carta a Guiomar.

Tus ojos son dos imanes
y mi corazón de hierro
me atraen con tanta fuerza
que separarme no puedo
tus ojos un mar profundo
brillantes como luceros
misteriosos chispeantes
su mirar de terciopelo
tus ojos dos azabaches
en los que yo me reflejo
y unas pestañas gitanas
como aureola de fuego
dos carbones encendidos
con los que fundir mi hierro
obscuros como una noche
sin luna en el firmamento

Pepa Rubio Bardón

Leonor y el Duero

Cogidos de la mano contemplamos el Duero
cambiantes y distintos sus acuosos versos
sus aguas rumorosas su lecho un ancho espejo
en el que se refleja un infinito cielo
plomizo o azulete tormentoso o sereno
tachonado de estrellas con sol luna y luceros
es el techo del mundo y su pintura cambia
depende del momento y de la circunstancia

Feli Romera Ibáñez

La nieve de mi Soria
Cuando caen las primeras nieves del invierno, donde quiera que me encuentre, afloran a mi memoria recuerdos de mi infancia. Tiempos de post- guerra, con cartillas de racionamiento.
Como la mayor que era de cinco hermanos, mi madre me mandaba a por el pan para el desayuno. Entonces no se protestaba, aunque fuera duro el salir de casa con el aire del cierzo frío y aquellas calles blancas y heladas por tanta nieve caída silenciosamente en la noche. Procuraba caminar por veredas que los vecinos habían hecho y, agarrándome en los salientes de las casas, llegaba a la calle principal, en la cual el Excmo. Ayuntamiento encargaba echar sal, para derretir la nieve.

Mª Evelia San Juan Aguado

Barcas flotantes
Primavera y amores
Duero adornado.
-
Junto a la orilla
Resuena la orquesta
Baile de parejas.
-
Pasa la vida
Piensa el poeta, mira,
Vuela la vida.

Manuel Ángel Ortiz Martínez

Naciste en Sevilla, tierra de azahar
Madrid y Soria tu sueño,
con Leonor fuiste dueño,
y tu destino fue amar.
Tuviste que salir de España,
en busca de otra tierra,
que aquí en tu sierra,
el corazón te araña.

Jesús Salgado Romera

Los ojos de Leonor
Niña hermosa,
en la casa de hospedaje de tu madre
conocí la presteza de tus manos
y tu figura breve,
apenas esbozada.
Tu respeto a mi obra,
a mis escritos,
mimando a este huésped
que se priva de cenar
por escribir.

Jesús Salgado Romera

El viaje en tren, desde Madrid, ha sido un preludio de la tierra que me espera: Seca, áspera, rocosa, apenas dotada de una vegetación de matorral que subsiste al verano.
El calor del vagón se combate con la bota de vino que generosamente ofrecen uno y otro de mis vecinos, antes de beber ellos, mirando con ojos suspicaces la largura del chorro que refresca el gaznate ajeno. Las gallinas cloquean en sus jaulas, y a lo largo del pasillo hay diseminadas cestas de hortalizas y víveres. Me rodean gentes humildes, con sus boinas y chaquetas ajadas y perdida la color original, quedando un tono gris monocorde que se unifica al ambiente.

Mara (Mª del Carmen Salgado Romera)

Piñorra
I
El Duero se adorna
mece
barquichuelas
junto a la orilla
se besan amores
en cada verbena
que la vida pasa
Machado
que la vida vuela
la arboleda
sueña
paseas tu pena

Mª Evelia San Juan Aguado

HAIKUS A UN OLMO

Olmo añejo,
lisiado de cruel rayo,
renace verde.

Abril lluvioso
y mayo soleado
obran milagros.

En la colina,
a la vera del Duero,
cumple cien años.

Juan López Trujillo

Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.
(Antonio Machado)

Cuando la verdad decía,
usaba palabras viejas
y nadie se la creía.

Cecilio Soto Palomo

¡¡¡Recuerdos!!!


Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto donde madura el limonero.
El limonero florido, el cipresal del huerto, el prado verde, el sol, el agua, el iris… ¡el agua en tus cabellos!
Recuerdo que desde muy joven, con mi hermano Manuel, empecé a escribir. Mi padre nos encaminaba hacia el folclore, pero enseguida desistió tras el primer ensayo.
Pronto comprendí que solo el poeta puede mirar lo que esta lejos dentro del alma, en turbio y mago sol envuelto.
Como todo escritor que se precie, debo tener nombre y Tablante de Ricamonte es por mí el elegido.
Acaban de tocar al Ángelus, del reloj arrinconado, que en la penumbra clarea, el tictac acompasado odiosamente golpea.
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario girando en torno a la torre y al caserón solitario. Ya las golondrinas chillan, es la hora del paseo. Un pájaro escondido entre las ramas del parque solitario, silba burlón…
Recuerdo las tertulias con Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle-Inclan y Miguel de Unamuno a la sombra de un olmo viejo hendido por el rayo y como un ejército de hormigas en hilera va trepando por él y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas.
Eran tardes serenas, tardes de sol, tardes de poesía. ¡ el jardín y la tarde tranquila! Suena el agua en la fuente de mármol.
Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo despertar. La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.
Recuerdo que una tarde de soledad y hastío, ¡ oh tarde como tantas! , el alma mía era, bajo el azul monótono, un ancho y terso río que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
Recuerdo los ratos de enseñanza en clase. Una tarde parda, fría de invierno. Los colegiales estudian, monotonía de lluvia en los cristales. Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicare mejor, les respondía.
Mi juventud, veinte años en tierras de Castilla.
He andado muchos caminos he abierto muchas veredas he navegado en cien mares y atracado en cien riberas
Recuerdo a Leonor mi amada compañera.
Tus ojos me recuerdan las noches de verano, negras noches sin luna, orilla al mar salado.
Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer
Poned atención, un corazón solitario no es corazón.
La calma, el amor y el día llegaron al asomarse a mi vida la bella Guiomar.
Para escuchar tu queja de tus labios yo te busque en tus sueños y allí te vi. vagando en un borroso laberinto de espejos.
En un jardín te he soñado, alto, Guiomar, sobre el río, jardín de un tiempo cerrado con verjas de hierro frío.
¡Solo tu figura, como una centella blanca, en mi noche oscura!
Tu poeta piensa en ti…
Recuerdo a amigos inconformistas porque los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte.
Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y un día como tantos, descansan bajo tierra.
Recuerdo la obligada huida de mi tierra.
Es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no le cabe en la cabeza.
Todo lo que se ignora se desprecia.
Recuerdo que de mi infancia, algunas cosas que recordar no quiero.
Y ese dolor que añora o desconfía, el temblor de una lágrima reprime y un resto de viril hipocresía en el semblante pálido se imprime.
Recuerdo que mi paso por esta existencia es para eternizar lo momentáneo, capturar la onda fugitiva y transformar el poema en palabra en el tiempo.
La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.
Para terminar, también recuerdo que nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria de los hombres mi canción.
Nota: En negrita son frases y estrofas escritas por Antonio Machado.

Blanca Areces Sánchez

El otoño en París es frío, melancólico, un poco austero. Vivo a las afueras de esta romántica ciudad cerca de un bosque que está rodeado de casas de piedra en medio de extensas fincas. A este lugar lo llaman “El Bosque de los Artistas”.
Tengo trece años y me gusta caminar cuando llego del Liceo. Hoy llevaré la gabardina, pues parece que va a llover. ¿Estará esperando o ya se habrá ido? Ayer tosía y no se encontraba bien.
Caminé apresurada, las hierbas mojadas dejaban sus gotas sobrantes en mis calcetines grises; allí estaba, sentado y leyendo; un viejo paraguas abierto le protegía del frío y, a veces, de la lluvia. Siempre sabía donde estaba, era su lugar preferido, al sur de la casa y cerca del río.


Matías Ortega Carmona

En recuerdo de Antonio y Leonor
La niña se hizo mujer
en los brazos de Antonio.
Éste, que la había visto crecer,
la pidió en matrimonio.
En la iglesia de Sta. María La Mayor,
en Soria, junto al Duero,
Antonio y Leonor
se dijeron el “Sí, quiero”

Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán

Romance de la Niña Enferma

Pienso en ti, niña bonita,
al escribir mi poema.
La de los ojos tan lindos,
y la melena tan negra,
que en mi mente rememoro, 
aunque ahora no la vea.
Por las tierras de Castilla,
caminando lentamente,
van seis carromatos llenos
de una tribu de gitanos.
En cabeza está el Patriarca.
que es quien señala la senda.

Mar Cueto Aller

A la memoria de mi hermano Francisco
Quien me enseñó por primera vez
los poemas de Antonio Machado

Si calaba el sol
risas, aguadillas, chapuzones.
Tostados cuerpos.
Remolinos profundos y calmados,
corrientes ralas y veloces.
Juegos sobre la pinchante hierba.
Manzanas olorosas,
Chispeante sabor.

Tiempo nubloso.
Desafíos trucheros.
Cangrejos exquisitos.
Escondite entre ruinas.
Exuberante vegetación.
Arándanos, miruéndanos, melados nisos.

Luis Parreño

Hábiles las manos, rasgan
la vieja guitarra del mesón,
pero la copla que canta
el afamado cantor
es copla que muy serena
surgió de otro trovador.

Antonio, poeta hermano,
enamorado del mundo
qué mala suerte te cupo
perdiendo tu corazón;
a las orillas del Duero
un buen día se paró.

Alejandro Alonso

A orillas del Duero,
El viajero, el poeta,
En el entierro de un amigo.
Un viejo y distinguido señor.
De su voz, cante hondo,
Recuerdo infantil.

Inventario galante,
Elegía de un madrigal
Los sueños malos,
A un horizonte de moscas
Hastío, consejos, acaso...
Sueño infantil.

Mar Cueto Aller


A la memoria de mi hermano Francisco
Quien me enseñó por primera vez
los poemas de Antonio Machado

Si calaba el sol
risas, aguadillas, chapuzones.
Tostados cuerpos.
Remolinos profundos y calmados,
corrientes ralas y veloces.
Juegos sobre la pinchante hierba.
Manzanas olorosas,
Chispeante sabor.

Tiempo nubloso.
Desafíos trucheros.
Cangrejos exquisitos.
Escondite entre ruinas.
Exuberante vegetación.
Arándanos, miruéndanos, melados nisos.

Días de orbayo.
Aventureras lecturas.
Verbenas luminosas.
Ritmos apretados.
Pandillera nocturna caminata.
Cartas y cromos.
Carambolas de billar.
Despedidas alegres.
Regresos de la gran ciudad.

Francisco quiso ser río
en La Chalana, en El Soto,
El Trabanco y El Rabión.
Se fundió con sus aguas
para limpiar su alma
y desde ellas renacer.
A la memoria de mi hermano Francisco
Quien me enseñó por primera vez
los poemas de Antonio Machado

Si calaba el sol
risas, aguadillas, chapuzones.
Tostados cuerpos.
Remolinos profundos y calmados,
corrientes ralas y veloces.
Juegos sobre la pinchante hierba.
Manzanas olorosas,
Chispeante sabor.

Tiempo nubloso.
Desafíos trucheros.
Cangrejos exquisitos.
Escondite entre ruinas.
Exuberante vegetación.
Arándanos, miruéndanos, melados nisos.

Días de orbayo.
Aventureras lecturas.
Verbenas luminosas.
Ritmos apretados.
Pandillera nocturna caminata.
Cartas y cromos.
Carambolas de billar.
Despedidas alegres.
Regresos de la gran ciudad.

Francisco quiso ser río
en La Chalana, en El Soto,
El Trabanco y El Rabión.
Se fundió con sus aguas
para limpiar su alma
y desde ellas renacer.

Mar Cueto Aller


A la memoria de mi hermano Francisco
Quien me enseñó por primera vez
los poemas de Antonio Machado

Si calaba el sol
risas, aguadillas, chapuzones.
Tostados cuerpos.
Remolinos profundos y calmados,
corrientes ralas y veloces.
Juegos sobre la pinchante hierba.
Manzanas olorosas,
Chispeante sabor.

Tiempo nubloso.
Desafíos trucheros.
Cangrejos exquisitos.
Escondite entre ruinas.
Exuberante vegetación.
Arándanos, miruéndanos, melados nisos.

Días de orbayo.
Aventureras lecturas.
Verbenas luminosas.
Ritmos apretados.
Pandillera nocturna caminata.
Cartas y cromos.
Carambolas de billar.
Despedidas alegres.
Regresos de la gran ciudad.

Francisco quiso ser río
en La Chalana, en El Soto,
El Trabanco y El Rabión.
Se fundió con sus aguas
para limpiar su alma
y desde ellas renacer.