JESÚS SALGADO ROMERA


UN JARDÍN EN LA CAMPIÑA


Lady Ágata, con un cestillo de flores, entra en la biblioteca, donde su esposo reposa en una butaca, con los ojos cerrados y el periódico “TheTimes” abierto por la página bursátil sobre la mesa de lectura.

-Querida, ¿has visto a Louis? -dijo Lord Albert Edintong, mirando vagamente a su esposa-.

-Sí, querido, lleva toda la tarde con el jardinero, replanteando los parterres frente a la carretera -contestó lady Ágata, colocando una última prímula en el jarrón del espejo, sobre la chimenea-.

-Hemos de hablar. En privado -Lord Albert se levantó para cerrar cuidadosamente la puerta-. La situación ya no se puede sostener más. Mañana Louis sustituirá el cartel de “SE ALQUILA” por el de “SE VENDE”.

-Pero, querido, eso significa...

-Que debemos marcharnos definitivamente de aquí –acabó la frase su marido-. Y reconocer nuestra derrota económica, lo cual me cerrará muchas puertas, pues nadie se asocia a un fracasado.

-Si hubiéramos podido alquilar…-suspiró ella-.

-Nos hubiéramos ido al continente, dos meses en Frankfurt, con tus primos, tres en la Riviera francesa, con mi hermana y su marido, y otros doce meses más visitando a los parientes alemanes e italianos.-Lord Albert carraspeó levemente-.

MATÍAS ORTEGA CARMONA

El Ruiseñor y la Rosa



Hizo suyas, el cándido ruiseñor,
las penas de un joven embelesado
por una mujer vanidosa,
quien como prueba de amor
le pidió la más bella de las rosas.

¿Dónde encontraré esa rosa roja
que cautive el corazón de mi doncella?
¿Existirá un rosal que dé una flor tan bella?
Se preguntaba el galán lleno de congoja.

Contestó el ruiseñor:
No sufras mi buen amigo,
Volaré hasta hallarla
y pronto la tendrás contigo.

Cansado de tanto volar
sin encontrar lo que buscaba,
se detuvo a descansar
y mientras lo hacia, cantaba.
Un rosal de blancas rosas
de sus trinos se prendó
y su flor más hermosa
al ruiseñor ofreció.
Más linda no podía ser,
pero su blanco inmaculado
no era el color deseado
por la caprichosa mujer.

Abrazado al rosal, sin notar sus espinas,
seguía cantando el ruiseñor,
mientras gotas de su sangre roja
cubrían los pétalos de la rosa
y la cambiaban de color.

Así nació la rosa de la pasión,
para expresar sentimientos
que se llevan en el corazón,
unas veces alegrías y otras lamentos.


Matías Ortega Carmona

Oscar Wilde escribió un triste cuento en el que creo que reflejó parte de sus propias contradicciones emocionales. Por un lado una extrema sensibilidad destacando las bondades del amor en el personaje del ruiseñor y por otro la amargura del amor, superado por las miserias humanas, en los personajes del estudiante y su pretendida enamorada.

Esta es mi versión, en forma de poema, de esa historia.

ALEJANDRO ALONSO CABRERA

Londres, 6 de Diciembre del año de Nuestro Señor 1885


Querido y estimado amigo Ayrton:

Te escribo la siguiente con el fin de poner en tu conocimiento los extraños acontecimientos acaecidos durante mi viaje a Worthing. No es mi intención que obres, de ninguna manera, en consecuencia; tan sólo que entiendas cuál es ahora mi situación y de cómo he llegado a ella, y por qué haré, lo que haré en un futuro, supongo, no muy lejano.

Como recordarás, el pasado domingo día 22 de noviembre tuve que desplazarme irremediablemente a Worthing. Sabes lo poco amigo que soy de los viajes, pero la repentina muerte de mi tio Alvort era un acontecimiento al cual debía asistir. Llevaba varios meses postrado en la cama, siendo visitado día sí y día no por el médico del pueblo, un hombre inteligente, audaz y dotado para la medicina llamado Cordell. Así pues, el domingo por la mañana recibí la llamada de Brunke, su mayordomo: mi tío estaba agonizando y deseaba verme lo antes posible. Preparé las cosas para un viaje rápido, cosas imprescindibles, cuatro camisas, cuatro pares de pantalones, tres chaquetas y cuatro chalecos, mudas, calcetines, dos abrigos, zapatos, paraguas y el aseo. Mandé preparar el coche y te envié la nota con el motivo de mi viaje. Han pasado 13 días desde entonces. Sé que sabes que regresé el jueves 26 y desde entonces no sabes más de mí, ni contesto a tus llamadas, ni mis criados atienden a tus ruegos en la puerta. Espero que tras leer ésta entiendas el por qué.

Al llegar a casa de mi tío, apenas entré, oí los quejidos provenientes del dormitorio. Quedé horrorizado, no eran lamentos, no eran llantos de dolor, era algo más profundo, algo más sobrecogedor. No puedo quitar de mi cabeza aquellos gritos. Corrí a la habitación, pero una mano me detuvo delante de la puerta. Cordell me bloqueaba la entrada. “Espere”, me dijo, “no entre aún, entiendo que usted es Rodland, su sobrino”. Asentí entre jadeos. Los llantos traspasaban la puerta como si ésta y las paredes no existieran. Miré extrañado a Cordell, el corazón me palpitaba y la respiración se me aceleró. Al ver mi cara descompuesta Rodland trató de calmarme y me explicó que no debía pasar mientras mi tío estuviera en ese estado, no era conveniente verle incluso para él. Le interrogué sobre el estado de mi tío, pero sus palabras ni afirmaban ni negaban nada, no sabía decirme cuál era su estado, podría morir hoy o mañana, lo mismo que dentro de un mes, aunque mi tío tenía el convencimiento de que sería hoy. Pero ¿de qué mal estaba aquejado mi tío? Hacía meses que un caballo le había tirado al suelo, un hombre de su edad no debía montar a caballo. A partir de ese día es como si hubiera perdido la cordura, hablaba de personas que no estaban, de seres que le vigilaban y le decían cosas, veía cosas que el resto no entendíamos. Pero no estaba loco, aún no, era el mismo hombre que todos conocíamos. En las tardes, entrando en la noche, es como si alguien o algo se apoderara de él y se trasformara en otra persona. Tenía miedo, él, que nunca fue temeroso de nada ni nadie. Su criado debía aguardar toda la noche con él, así días y días, meses.

EVELIA SAN JUAN AGUADO

RETRATO EN SEPIA

Frente a la puerta, en el centro de la pared principal, presiden desde su gran marco ovalado el añejo comedor. Miran con insistencia incansable a cuantos entran y les siguen en sus movimientos. Ella viste traje de chaqueta negro, mantilla de blonda azabache, collar de perlas. En la mano izquierda, una pequeña cartera. Él lleva un traje cruzado de mil rayas color marengo, camisa blanca, corbata oscura. Situado a la derecha de ella, esta vez aparece con la cabeza descubierta, el pelo fuerte y hermoso peinado a raya. En los ojos enormes de ella hay seriedad, aunque si se observa algún tiempo se puede captar un ligero atisbo de sonrisa.

Son jóvenes, acaban de casarse, quieren dejar este recuerdo de su día más importante. De momento, están uno al lado del otro, él a la izquierda, ella a la derecha. Necesitan tiempo para asegurar la convivencia y lo van a tener, más de sesenta años. Miran a la cámara con seriedad.

Él piensa: “Míranos, aquí nos tienes, mejor vestidos que nunca. Acabamos de casarnos y lo vamos a celebrar en la casa de mis suegros. Tenemos un buen banquete y muchos invitados de la familia, que se van a quedar esta noche para celebrar mañana la tornaboda. No se ha escatimado nada. Han sido sacrificados 12 corderos, 25 pollos y 25 conejos. Las madres llevan una semana afanadas junto al horno para tener a punto las hogazas y hacer cestas y cestas de rosquillas. Sin olvidar los mazapanes, dos docenas.