PEPA RUBIO BARDÓN


SARAMAGO

Mayo, 2009. De Costa Teguise a Playa Blanca, al pasar a la altura de Tías, recordé que el periódico del día destacaba la estancia de Vargas Llosa en casa de Saramago. No parecía el lugar ideal para unas vacaciones: desértico, duro, polvoriento, que invitaba al recogimiento y a la introspección. La mayoría no elegiríamos ese destino, que sin embargo me pareció el más idóneo para unos personajes como el escribidor y su anfitrión.
Muy distintos y distantes en muchos aspectos, pero también parecidos y cercanos en otros: libres, arriesgados, siempre curiosos y nunca indiferentes. Reaccionan del mismo modo ante el folio en blanco: lo llenan de frases, ideas, sentimientos…que una vez impresos, nos ofrecen visiones del mundo, que no hubiéramos descubierto sin su ayuda.
Ambos tuvieron comienzos difíciles y los dos escalaron las más altas cimas de prestigio y reconocimiento. Coleccionaron infinidad de premios, que culminaron con la concesión del Nobel.

MATÍAS ORTEGA CARMONA

SARAMAGO Y ANTONIO

“No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy una buena persona”

Las palabras de José Saramago me dan pie para acercarme a otro personaje, cercano en su forma de pensar al escritor, pero lejano a la fama y posición de éste. De Antonio, así se llamaba, pude aprender lo importante que puede ser aquél que haciendo gala de su humildad y sin haber podido acceder a grandes estudios supo entender y vivir la vida. Amó como nadie la sencillez huyendo siempre de las grandes ideas con las que los poderosos, ya sean militares, políticos, grandes empresarios o aquellos que se atribuyen, en nombre de cualquier religión, la defensa del dogma, atacan la libertad de cualquier ser humano que aspira a ser, como decía Saramago, simplemente una buena persona.

LUIS MIGUEL GONZÁLEZ GARCÍA

“De Marta Para Carlos”

N- Saramago, José; “Todos los nombres”. En realidad iba buscando la novela “El hombre duplicado”, también de Saramago, aunque me temía que, siendo tan reciente su publicación, todavía no la habrían incorporado a los fondos de la biblioteca. No conocía este título suyo, así que, antes de tomar la decisión de llevármelo, leí el resumen de la contraportada: “Don José es (...) un hombre solo, un simple escribiente, que tiene una afición secreta: recortar y coleccionar noticias sobre personas famosas completando dichas fichas con documentos del Registro Civil, donde trabaja. Cuando, por azar, entre las fichas de los famosos se traspapela el registro de una mujer anónima, Don José se obsesiona y comienza a buscar a la ‘mujer desconocida’ “. El argumento de la novela, por curioso, llamó mi atención y me empujó a llevármela. Mientras lo hojeaba, del interior del libro cayó al suelo un trozo de papel. Era una nota manuscrita en la que se podía leer: “De Marta para Carlos - Café Corrillo - 6N 12:30 p.m.”. Aquello tenía todo el aspecto de tratarse de una cita, que estaba claro que no era para mí: ni me llamaba Carlos ni conocía a ninguna Marta. Me resultó sorprendente que en la era de la informática y de los mensajes SMS, no figurase un número de teléfono o una dirección de correo electrónico. Dudé sobre la procedencia de interferir en el encuentro. Resultaba obvio que si me llevaba el libro o colocaba la nota en otro distinto la reunión nunca llegaría a producirse; imaginaba que por alguna causa que no entendía, Marta y Carlos habían decidido utilizar esta obra como buzón para sus mensajes, como punto de partida de su encuentro.

ESTHER BRAVO

“Compasión...con pasión”


Lágrimas de júbilo, lágrimas de dolor que hablan
Las que agrietan dentro, como una afilada hoja en el rostro
Mirar lentamente, escuchando los sonidos del silencio
Captar la humildad, las manos enrojecidas, encalladas.


Moverse del sonido, del regocijo, perderse de él
Subir al alto piso con los pies doloridos, por los niños
Cantar la nana de la suave luz de la esperanza
Y abrazar cada día sus gritos, sus llamadas.

Dormir poco arrancando el alba para respirar
Respirar a su lado, acompañar sus gestos, estar
Estando con su alma, calmando su injusticia, hablar
Hablando con sus labios, comiendo con su boca.

Parar el tiempo por sus canciones, rozar
Rozando su casa, abrir el armario de su ilusión, mojar
Mojando el agua necesaria, para él para ella, beber
Bebiendo sus colores, sus cabellos, su raza.

Y…, si caminas por su sendero, correr
Corriendo por sus pasos no dejando atrás el cielo.
Ese cielo tuyo y mío, de la misma nube, soñar
Soñando por igual que todos debemos soñar, igual…

Esther
Noviembre 2010