ANA DOMINGO MARTÍNEZ

La mujer duplicada

María de las Mercedes García Saavedra, cuarenta años, fuerte complexión, atractiva, aunque no guapa, se dirigía a pie hasta la Delegación del Gobierno de su provincia para presentar una instancia a una oposición recién convocada, dispuesta a probar suerte.
Harta ya de la temporalidad de sus trabajos, decidió dar este gran paso. Sabía de antemano que tendría que invertir muchas horas de estudio. Pero estaba soltera, vivía sola en su apartamento, y salvo las horas destinadas a su trabajo, tenía todo el tiempo libre para emplearse a fondo en la preparación de los exámenes.
Al llegar al edificio buscó la ventanilla de Registro y se situó en la línea de espera. Extrajo de su bolso el impreso cumplimentado y poco a poco la fila se fue aligerando hasta que llegó su turno. Lo entregó en el mostrador sin fijarse en la persona que le atendía.

Cuando la funcionaria, enfrascada en su escritorio, por fin alzó la cabeza, y sus miradas se cruzaron, la perplejidad se reflejó en ambos rostros. ¡No podía ser, eso era imposible! No estaba soñando, era real, auténtico, veraz.
La persona que estaba atendiendo en la recepción de instancias, mujer de unos cuarenta años, fuerte complexión, atractiva, aunque no guapa, era una copia exacta de nuestra protagonista. Como podrán apreciar Mis Queridos Lectores, ambos personajes eran iguales, tenían las mismas características físicas, prácticamente duplicadas. Las dos estaban sorprendidas, no podían hablar. Sus acciones se habían paralizado, reflejando la conmoción que sacudían en sus mentes. ¡Eran tan idénticas!
María de las Mercedes García Saavedra, opositora y Antonia Castro Martínez, funcionaria, quedaron citadas después de la jornada laboral de la segunda, para tratar de aclarar su espectacular similitud. Una antigua cafetería situada en el centro de la ciudad sirvió de escenario para poner al día todas sus circunstancias personales, nacimiento, infancia, trayectoria profesional y personal.
Antonia Castro estaba casada, con dos hijos, chico y chica, era funcionaria desde hacía doce años. Se sentía realizada y venturosa. Las metas que se propuso en su juventud las había cumplido con el paso de los años. Era consciente de que lo tenía todo, prototipo de mujer afortunada, satisfecha, aunque siempre tuvo la inquietud de que faltaba algo, se sentía incompleta. “Algo faltaba” sin saber muy bien qué. María de las Mercedes era todo lo contrario, aunque en su planteamiento de vida se había proyectado formar una familia, con marido e hijos, un empleo estable, la vida le había ido zarandeando por otros caminos hasta forjar lo que era a día de hoy, soltera, sin hijos y con la aspiración de ser funcionaria. Siempre le había interesado todo aquello que estuviese relacionado con el esoterismo, cartas del tarot, videncia, chacras, conexión de almas gemelas, hasta el punto de que cierta vez, logró recordar, tuvo que recurrir a una echadora de cartas de tarot por un sueño que se repetía a menudo. En él, aparecía una mujer igual que ella y al extender su mano dejaba caer un papel al suelo.
El azar hizo que estas dos mujeres se encontrasen, como si hubiesen sido imantadas por una energía inexplicable. Dos personas extrañas que en el mismo momento en que se conocieron, sintieron que sus vidas pendían sobre ellas mismas.
El desenlace de María de las Mercedes y de Antonia fue que aunque habían nacido el mismo día, a la misma hora y en el mismo hospital, sus grupos sanguíneos eran diferentes, no podían ser gemelas separadas al nacer, como fue su primera idea, sus historias familiares eran muy diferentes y en sus árboles genealógicos no había un ancestro que hiciera posible esta coincidencia. Realmente eran dos personas ajenas, aunque se sentían “imantadas” la una hacia la otra, con una complicidad de hermanas.
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Como verán Mis Queridos Lectores, esta es la historia de dos mujeres que en sus subconscientes afloraban una lucha de búsqueda, una satisfacción personal perdida, por alguna razón ilógica, y miren por dónde, su meta, su destino, eran reencontrarse. La incógnita sería cuál el original y cuál la copia, pero permítanme decirles que a estas alturas no tiene la menor importancia.

Casualidad, suerte, azar o no, soy partidaria de que:

No encontró respuesta, las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible.

Sólo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes.


Ana Domingo Martínez
15 de enero de 2011
(En negrita, frases de Saramago)

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