MARÍA DEL CARMEN SALGADO ROMERA

El abrazo

Llevaba tres días lloviendo sin parar. Desde que dejó el poblado había trotado sin detenerse, salvo lo justo para no desfallecer.
Los campesinos estaban alertados. Sabía que por los caminos no podía aventurarse, pues sería descubierto sin demora. Solo los bosques de robles y hayas eran seguros. Las cuevas se habían convertido en improvisado refugio donde comer las bayas y las frutas que iba recogiendo a su paso.
La meta al otro lado de la ría, apenas a unas veinte leguas, se le antojaba lejana bajo la temible tormenta. Allí, en ese paraje deshabitado, podría descansar.
Sus pensamientos eran erráticos. La larga soledad, arrastrada desde hacía siglos, le había convertido en un ser extraño. Aún recordaba cuando vivía en compañía de los suyos. Nunca habían sido muchos en cada comunidad, pero estaban extendidos por toda la tierra.

ANA DOMINGO MARTÍNEZ

La mujer duplicada

María de las Mercedes García Saavedra, cuarenta años, fuerte complexión, atractiva, aunque no guapa, se dirigía a pie hasta la Delegación del Gobierno de su provincia para presentar una instancia a una oposición recién convocada, dispuesta a probar suerte.
Harta ya de la temporalidad de sus trabajos, decidió dar este gran paso. Sabía de antemano que tendría que invertir muchas horas de estudio. Pero estaba soltera, vivía sola en su apartamento, y salvo las horas destinadas a su trabajo, tenía todo el tiempo libre para emplearse a fondo en la preparación de los exámenes.
Al llegar al edificio buscó la ventanilla de Registro y se situó en la línea de espera. Extrajo de su bolso el impreso cumplimentado y poco a poco la fila se fue aligerando hasta que llegó su turno. Lo entregó en el mostrador sin fijarse en la persona que le atendía.

MARÍA SUÁREZ LÓPEZ

CARTA A SARAMAGO

¡Hola! En primer lugar decirte que me hubiera gustado mucho conocerte, eso ya es imposible, pues ya no estás entre nosotros.

En segundo lugar decirte que espero que te hayas equivocado, haya algo más y ahora estés en el otro lado mirando y observando este mundo al que muchas veces, viendo las injusticias y desgracias que hay, no es agradable pertenecer. 

Todas las personas que te conocieron decían de ti que eras humano, cariñoso, entrañable, que transmitías serenidad y bondad, y la verdad tienes que estar muy orgulloso de haber dejado todo ese cariño entre nosotros, por desgracia, personas así no abundan demasiado en este mundo en el que cada uno va a lo suyo y le importa muy poco el dolor y las necesidades del vecino.

Deseo que allí donde estés todo sea mejor, exista amor, paz, tranquilidad y sobre todo no exista el dolor ni físico ni del alma. Quiero creer que es así y que TE HAS CONFUNDIDO.
Un beso de alguien que le habría gustado conocerte aquí, pero confía que te conocerá algún día en el otro lado.

María Suárez López

MAR CUETO ALLER

EZEQUIEL Y LAS NAVES

1:4 Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso,
 y una gran nube,con un fuego envolvente, y alrededor de él
un resplandor, y en medio del fuegoalgo que parecía como bronce refulgente,
1:5 y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes.
Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre.
1:6 Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

Cuando Ezequiel vio aquel resplandor quedó anonadado. Aunque hubiese podido hablar no hubiese encontrado palabras para contarlo. Todo era tan sorprendente y desconocido que creyó estar dentro de un sueño. Quiso pellizcarse pero hasta sus miembros habían quedado paralizados. Aquel gigantesco artefacto volador no se parecía a nada de lo que había presenciado en su vida. La comparación con un tazón volcado sobre un plato, se le antojó absurda, dada la simpleza y pequeñez de las piezas de vajilla comparadas con la complejidad y grandeza de aquella cosa. Su tamaño, salvando las distancias, solo era comparable al de las grandes ruedas de molino, aunque volvían a quedarse tremendamente pequeñas y bastas, comparadas con la enormidad y perfección de lo que tenía ante sus ojos. Solo la palabra aro, refiriéndose al contorno o molde de cuantas cosas redondas conocía le servía de referencia para mencionar la máquina que había ante él.

JOSÉ CUETO ALLER


Pienso

¿Quién rebate tus palabras? Piensa conmigo.

“Hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso.”

Y quién no ha luchado por ello. ¿Cuántos lo conseguimos a lo largo de nuestras vidas? A veces envidio la naturalidad con la que salen las palabras de tus libros. Es tan traicionera la sinceridad cuando la extiendes por los lugares equivocados… Creas demonios que tendrás que combatir una y otra vez, una y otra vez; el lenguaje es una herramienta muy poderosa y el uso puede conllevar un gran riesgo. ¿Tú no temes a eso ya? ¿Qué te ha costado la libertad con la que escribiste toda tu obra? 

PEPA RUBIO BARDÓN


SARAMAGO

Mayo, 2009. De Costa Teguise a Playa Blanca, al pasar a la altura de Tías, recordé que el periódico del día destacaba la estancia de Vargas Llosa en casa de Saramago. No parecía el lugar ideal para unas vacaciones: desértico, duro, polvoriento, que invitaba al recogimiento y a la introspección. La mayoría no elegiríamos ese destino, que sin embargo me pareció el más idóneo para unos personajes como el escribidor y su anfitrión.
Muy distintos y distantes en muchos aspectos, pero también parecidos y cercanos en otros: libres, arriesgados, siempre curiosos y nunca indiferentes. Reaccionan del mismo modo ante el folio en blanco: lo llenan de frases, ideas, sentimientos…que una vez impresos, nos ofrecen visiones del mundo, que no hubiéramos descubierto sin su ayuda.
Ambos tuvieron comienzos difíciles y los dos escalaron las más altas cimas de prestigio y reconocimiento. Coleccionaron infinidad de premios, que culminaron con la concesión del Nobel.

MATÍAS ORTEGA CARMONA

SARAMAGO Y ANTONIO

“No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy una buena persona”

Las palabras de José Saramago me dan pie para acercarme a otro personaje, cercano en su forma de pensar al escritor, pero lejano a la fama y posición de éste. De Antonio, así se llamaba, pude aprender lo importante que puede ser aquél que haciendo gala de su humildad y sin haber podido acceder a grandes estudios supo entender y vivir la vida. Amó como nadie la sencillez huyendo siempre de las grandes ideas con las que los poderosos, ya sean militares, políticos, grandes empresarios o aquellos que se atribuyen, en nombre de cualquier religión, la defensa del dogma, atacan la libertad de cualquier ser humano que aspira a ser, como decía Saramago, simplemente una buena persona.